DOMINGO DE RAMOS
En el Domingo de Ramos conmemoramos la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, para dar comienzo a su pasión y muerte en la cruz. Este día da comienzo la Semana Santa.
Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la Pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.
La palma era para el pueblo judío, símbolo de riqueza y fecundidad. La tradición cristiana celebra este momento el Domingo de Ramos reconociendo al Hijo de Dios como el que posee y da la verdadera riqueza que no acaba.
La Misa del Domingo de Ramos se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y ramos de olivo diciendo “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote las bendice y dirige la procesión. En la Misa se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo. Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas o ramos de olivo a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas en las puertas en forma de cruz, en los balcones, etc. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar.
JUEVES SANTO
La Misa vespertina “in Cena Domini” abre el Triduo Pascual. La Iglesia en Jerusalén conocía ya, en el siglo IV, una celebración eucarística conmemorativa de la Última Cena, y la institución del sacramento del sacrificio de la Cruz. A finales del siglo IV esta tradición se vivía también en numerosas iglesias de occidente.
La celebración del Jueves Santo está centrada en la institución de la Eucaristía en la que la Iglesia descubre y celebra la actitud de amor de Cristo. Jesús instituyó el Sacramento de la Eucaristía en la Última Cena, cuando nos mandó “hacer eso en memoria suya”. La Eucaristía es sacrificio memorial. Es sacrificio, pues la sangre es símbolo de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres realizada en la cruz del Señor. Es también memorial, no simple recuerdo: La acción litúrgica realiza verdaderamente la salvación. El pasado (la cruz del Señor) se hace accesible en el presente (la vida de la Iglesia) por medio de la celebración. La Eucaristía nos da el ejemplo de la entrega de Cristo para hacerlo realidad en nuestra vida. Finalmente la Eucaristía es anuncio de la muerte del Señor hasta que vuelva.
Por la mañana tiene lugar en todas las Catedrales del mundo, la Celebración de la Misa Crismal, en la que el Obispo rodeado de todo su clero, consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Es la gran celebración del sacerdocio. En este día celebramos la institución del Sacramento del Orden Sacerdotal. El Jueves Santo es también el día del amor fraterno. El sacrIficio de Cristo debe comprometernos a amarnos. Es un día para examinarnos en el amor a la luz de Cristo. No se trata de buenas palabras, sino de hechos. Por eso un rito importante de esta celebración de la Misa vespertina de la Cena del Señor es el rito del lavatorio de pies. Es un gesto propio del Jueves Santo, que conmemora el momento en el que Jesús lavó los pies a sus discípulos, durante la Última Cena.
La celebración de la Cena del Señor concluye con la procesión con las Formas Consagradas hasta el lugar de la Reserva (llamado popularmente Monumento), en donde los fieles podrán adorar y acompañar a Jesús Sacramentado en las horas amargas de la Pasión.
SACRO TRIDUO PASCUAL
El Triduo Pascual es el punto culminante de todo el año litúrgico. Durante el Triduo, la Iglesia conmemora los grandes acontecimientos que jalonaron los últimos días del Señor.
La expresión Tríduo Pascual aplicada a las fiestas anuales de la Pasión y Resurrección es relativamente reciente, pues no se remonta más allá de los años treinta del siglo XX; pero ya a finales del siglo IV san Ambrosio hablaba de un “Triduum Sacrum” para referirse a las etapas del misterio pascual de Cristo.
Cada celebración del Triduo presenta su fisonomía particular. La tarde del Jueves Santo conmemora la institución de la Eucaristía; el Viernes se dedica entero a la evocación de la pasión y muerte de Jesús en la cruz; durante el sábado la Iglesia medita el descanso de Jesús en el sepulcro. Por último, en la Vigilia Pascual, los fieles reviven la alegría de la Resurrección que anticipa el Domingo de Resurrección.
VIERNES SANTO
El Viernes Santo conmemora la pasión y muerte del Señor. Dos documentos de venerable antigüedad: la Traditio Apostolica de San Hipólito y la Didaskalia Apostolorum, ambas del siglo III, testimonian como práctica común entre los cristianos, el gran ayuno del viernes y sábado previos a la Vigilia Pascual.
Sin embargo, habrá que esperar hasta finales del siglo IV para encontrar, en Jerusalén, las primeras celebraciones litúrgicas de la Pasión del Señor. Se trataba de una jornada dedicada íntegra- mente a la oración itinerante; los fieles acudían del Cenáculo al Gólgota, donde el obispo presentaba el madero de la Cruz. Durante las estaciones se leían profecías y evangelios de la Pasión, se cantaban salmos y se recitaban oraciones. En nuestro país es constumbre hacer visitas a los Monumentos de diferentes iglesias durante la noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes. Además de adorar al Señor y acompañarlo en las horas amargas que siguen el prendimiento, es también una gran ocasión para acercarse al Sacramento de la Reconciliación.
En este día la Iglesia no celebra la Eucaristía. Toda la celebración litúrgica se centra en el misterio de la Cruz, y trascurre con gran sobriedad. Hasta la musica calla para dejar espacio al silencio y la contemplación.
Destaca el rito de la Adoración de la Cruz que es presentada: “Mirad el arbol del Cruz donde pende la salvación del mundo” y a la que todos los presentes somos invitados a besarla. Besar la cruz significa estar dispuesto a aceptarla.
Previamente ha tenido lugar la Liturgia de la Palabra con la lectura completa de la Pasión del Señor y la Oración Universal. Si en todas las celebraciones liturgicas es importante la oración de los fieles, hoy reviste particular solemnidad.
Hoy la Iglesia no celebra la Eucaristía. Por tanto no hay Liturgia Eucarística ni Consagración del pan y del vino. Los fieles que asisten al Rito recibirán la Sagrada Comunión de las Formas consagradas el jueves santo y reservadas en el Monumento. Tras la celebración, el sacerdote y el pueblo salen de la iglesia en silencio. El altar queda desnudo, sin ornamentación, en señal de duelo. Solamente queda patente la Cruz.
SABADO SANTO
Durante este día la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando su resurrección. Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío. No se celebra la Eucaristía.
Este sábado es el día en que experimentamos el vacío. Eso sí, no es un día vacío en el que no pasa nada. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.
La Liturgia de las Horas lo recuerda especialmente: “¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo” (De una Homilía antigua sobre el grande y Santo Sábado, PG 43, 439).
VIGILIA PASCUAL
Esta celebración litúrgica es “la madre de todas las santas vigilias” (san Agustin). Es la gran noche santa para los cristianos. En la Vigilia Pascual celebramos la resurrección del Señor. Es para el creyente la ocasión de renovar sacramentalmente su configuración con Cristo. Comienza al anochecer del sábado santo y consta de 4 partes:
LITURGIA DE LA LUZ En la oscuridad de la noche surge una luz nueva, Cristo, como luz del mundo representado en el cirio pascual del que encendemos nuestras velas. Cristo es nuestra luz. LITURGIA DE LA PALABRA Escuchamos la proclamación en las lecturas de las mara- villas que Dios ha ido haciendo a lo largo de la historia: relato de la creación, la promesas a Abraham, el paso del mar Rojo etc, que culminan en la resurrección de Jesús. LITURGIA BAUTISMAL Por el Bautismo, que renovamos en nuestra celebración hemos pasado a formar parte de su Cuerpo, la Iglesia, hemos muerto y resucitado con él. LITURGIA EUCARÍSTICA Por la Eucaristía seguimos participando siempre de la presencia de su vida entre nosotros.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Es el día de fiesta más grande de los cristianos. !Celebramos Cristo Resucitado! Cristo ha triunfado sobre la muerte y con esto nos ha abierto las puertas del Cielo.
San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14). Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios. Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.
Durante estos cincuenta días que van desde hoy hasta la Pentecostés se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado.
Todo el tiempo pascual está marcado por la alegría. Hay muchas tradiciones que evocan ese sentimiento. En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor. También la costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos. También en nuestra Semana Santa se ha introducido el tema de la Resurrección con cofradias, procesiones y pasos.
La primera semana, viviremos la Octava de Pascua de modo más solemne hasta el Domingo II de Pascua llamado tambien “in albis”, porque los bautizados en la Vigilia Pascual conservaban el hábito blanco del bautismo hasta ese día. San Juan Pablo II quiso que este domingo celebraramos también la fiesta de la Divina Misericordia a partir del año 2000.
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