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La Alabanza y la Adoración a Dios a través de la música



El vocablo "alabanza" significa valorar, apreciar, elogiar, destacar las virtudes de alguien, etc. En el caso referido a Dios, la alabanza se entiende como "oración". Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquel que es su fuente y su término: “un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros” (1 Co 8, 6)" (n. 2639).


También se puede decir que la "alabanza" es la demostración verbal y física de nuestra admiración, amor y afecto hacia Dios.


Por otra parte, "adorar" es el acto de tributar reverencia y homenaje; también dar honor, amor y obediencia. Esto quiere decir que adoramos a Dios cuando lo reconocemos como lo principal en nuestra vida, cuando nos entregamos a Él en obediencia completa y lo hacemos partícipe fundamental, incluso de nuestras decisiones


Podemos concluir brevemente que la alabanza es una expresión de la adoración.


San Agustín decía que el que canta reza dos veces; y la música -como se ha demostrado en toda la historia del culto cristiano y antes, en el culto en la ley mosaica- tiene su parte importante en esa alabanza a Dios y, por tanto, en su adoración; nos preguntamos también cuales son los criterios para que sea "cristiana".


Es evidente que aquí encontramos "diversas sensibilidades"... Es difícil justificar a quien siente vergüenza al cantar la alabanza del Señor, mientras que luego se deja llevar por gritos de júbilo por el gol de su equipo del corazón...Creo que son muy interesantes unas palabras del Papa Francisco que pueden arrojar luz al tema y que trascribo a continuación, aunque la cita sea larga. El Papa Francisco se centró en la descripción de la fiesta que improvisó David por la llegada del arca de la Alianza, tal como lo relata el texto de 2 Samuel 6, 12-15 .17-19.


«El rey David inmoló sacrificios en honor a Dios; oró. Luego su oración llegó a ser jubilosa... era una oración de alabanza, de alegría. Y comenzó a danzar. Dice la Biblia: “David iba danzando ante el Señor con todas sus fuerzas”». Y David estaba tan contento al dirigir esta oración de alabanza que salió «de toda moderación» y comenzó «a danzar ante el Señor con todas sus fuerzas». Esto, era precisamente la oración de alabanza.

Ante este episodio «pensé inmediatamente —confesó el obispo de Roma— en la palabra de Sara tras dar a luz a Isaac: “el Señor me hizo bailar de alegría”. Esta anciana de 90 años bailó de alegría». David era joven, repitió, pero también él «bailaba, danzaba ante el Señor. Esto es un ejemplo de oración de alabanza». Que es algo distinto de la oración que, explicó el Pontífice, normalmente hacemos «para pedir algo al Señor» o incluso sólo «para dar gracias al Señor».

Pero la oración de alabanza la dejamos a un lado». Para nosotros no es algo espontáneo. Algunos podrían pensar que se trata de una oración para los de la Renovación en el Espíritu, no para todos los cristianos. La oración de alabanza es una oración cristiana, para todos nosotros. En la misa, todos los días, cuando cantamos repitiendo “Santo, Santo...”, ésta es una oración de alabanza, alabamos a Dios por su grandeza, porque es grande. Y le decimos cosas hermosas, porque a nosotros nos gusta que sea así». Y no importa ser buenos cantantes. En efecto, explicó el Papa Francisco, no es posible pensar que «eres capaz de gritar cuando tu equipo hace un gol y no eres capaz de cantar las alabanzas al Señor, de salir un poco de tu comportamiento para cantar esto».

Alabar a Dios «es totalmente gratuito». «No pedimos, no damos gracias. Alabamos: tú eres grande. “Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo...”. Con todo el corazón decimos esto. Es incluso un acto de justicia, porque Él es grande, es nuestro Dios. Pensemos en una hermosa pregunta que podemos hacernos hoy: “¿cómo es mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿O cuando rezo el Gloria o el Sanctus lo hago sólo con la boca y no con todo el corazón? ¿Qué me dice David danzando? ¿Y Sara que baila de alegría? Cuando David entró en la ciudad, comenzó otra cosa: una fiesta. La alegría de la alabanza nos lleva a la alegría de la fiesta». Fiesta que luego se extiende a la familia, «cada uno —es la imagen propuesta por el Pontífice— en su casa comiendo el pan, festejando». Pero cuando David vuelve a entrar en el palacio, debe afrontar el reproche y el desprecio de Mical, la hija del rey Saúl: «“¿pero tú no tienes vergüenza de hacer lo que has hecho? ¿Cómo has hecho esto, bailar delante de todos, tú el rey? ¿No tienes vergüenza?”. Me pregunto cuántas veces despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, gente buena que alaba al Señor», así, de modo espontáneo, así como surge sin seguir actitudes formales. Pero en la Biblia, recordó el Papa, se lee «que Mical quedó estéril para toda su vida por esto. ¿Qué quiere decir aquí la Palabra de Dios? Que la alegría, la oración de alabanza nos hace fecundos. Sara bailaba en el momento grande de su fecundidad, a los noventa años. La fecundidad alaba al Señor». El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor —y cuando lo hace es feliz de decirlo—, y goza «cuando canta el Sanctus en la misa», es un hombre o una mujer fecundo. En cambio, añadió el Pontífice, quienes «se cierran en la formalidad de una oración fría, medida, así, tal vez terminan como Mical, en la esterilidad de su formalidad. Pensemos e imaginemos a David que baila con todas sus fuerzas ante el Señor. Pensemos cuán hermoso es hacer oraciones de alabanza. Tal vez nos hará bien repetir las palabras del salmo que hemos orado, el 23: “¡Portones! Alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales: va a entrar el rey de la gloria. ¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor héroe valeroso, el Señor valeroso en la batalla». Ésta debe ser nuestra oración de alabanza, y, concluyó, cuando elevamos esta oración al Señor debemos «decir a nuestro corazón: “levántate corazón, porque estás ante el rey de la gloria”»" (Homilía en Santa Marta, enero 2014)


No quiero entrar en otro tema diferente sobre lo que es música sagrada, música litúrgica y música cristiana (en general)... sobre los que ya hay ríos de tintas escritos...

En los tiempos que vivimos se dice, se discute... si somos una Iglesia que camina hacia su destrucción; si nos hemos cargado la "música" porque la hemos hecho simple aspecto de lo sensible y ha dejado de llevarnos a la trascendencia; si nos hemos convertido en personas que gritan y que no saben escuchar a un Dios que susurra; etc.... No es nuevo este debate y no quiero entrar en él....pues al final nos convertimos en 2 grupos claramente diferenciados, incluso inconciliables; unos a favor de lo "tradicional" y otros en contra de la "modernidad"


Creo que debemos pedir al Espíritu Santo (el canto del espíritu) que nos aclare las ideas; también con las distintas sensibilidades presentes en la vida eclesial. es evidente que entre la juventud está muy presente la música de alabanza, que no siempre está representado por esos textos antiguos, especialmente trasmitidos por el canto gregoriano, hasta no hace mucho.


Os aconsejo hacer el ejercicio de oír estas estas 7 piezas que os propongo dedicadas al Espíritu Santo; 7 piezas, porque 7 son los Dones del Espíritu de Dios. También las "modernas" repiten los mismos conceptos, que son profundamente cristianos. Vamos a pedirle al Espíritu Paráclito, llegar hasta el fondo y quizás al final de este recorrido musical que os propongo "encienda en nosotros el fuego de su Amor" que es en el fondo la Misión del Espíritu.









... y por última, una "bomba" que ya alcanza casi los 100 millones de visualizaciones!!! Probablemente, para algunos, habrá que ir al fondo y no quedarse simplemente en las formas... hace pensar... y si pensamos... ahí esta también el Espiritu. Como dice el textos de los Hechos de los Apóstoles, despues de Penetecostés "... partos, medas, elamitas, habitantes del Ponto, de Frigia, Panfilia, cretenses, arabes, etc... todos oímos hablar las MARAVILLAS DE DIOS EN NUESTRA PROPIA LENGUA!!!









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