Ignacio PINAZO CAMARLENCH (1891) Museo del Prado
La irrupción de Mariano Fortuny en la pintura española desde la sexta década y su poderoso arraigo en la siguiente renovará aquel romanticismo que parecía desaparecer en una suerte de neorromanticismo preciosista que apela a soslayar el dibujo en aras del empleo vigoroso del color. Por otra parte, el realismo naturalista procedente de Francia desde los comedios de siglo afectaría más tarde también a la pintura española mediante la práctica de temas vulgares y cotidianos que llegaron a identificarse con la delicada cuestión social que se vivía en el país.
Una variante es el llamado “monaguillismo”. Se trata de la presencia del acólito, monaguillo o servidor de altar en la pintura europea y española. Esta figura infantil e ingenua se asocia a los rituales eclesiásticos de manera pasiva, pasará a adquirir la mayor y a veces exclusiva atención del artista. Vinculantes son en este panorama las consecuencias del éxito rotundo que tuvo Fortuny en París con su cuadro "La vicaría", ya que fueron numerosos los pintores, muchos andaluces, que pusieron en el mercado internacional de arte cuadros, a veces ejecutados en Roma, ciudad en la que muchos de ellos residían, que representaban circunstancias marginales del ritual que acompañaban algunos ceremoniales religiosos, como bodas, bautizos, comuniones o fallecimientos.
Esos momentos tenían como ubicación la propia sacristía del templo donde se celebraron. Tal estancia se convertirá, pues, en un espacio ambiguo, mitad sagrado mitad profano, entre la solemnidad de la iglesia y la alegría de la calle . Si las anteriormente mencionadas se consideran escenas de interior, hay otras en las que los mismos protagonistas –fieles, contrayentes, clérigos y monaguillos– se sitúan al aire libre en procesiones que discurren con frecuencia por el casco histórico de ciudades monumentales andaluzas, preferentemente Sevilla, Córdoba y Granada, e italianas, sobre todo Roma y Venecia. Este tipo de representación de carácter escenográfico está presente con más o menos fortuna en las escuelas artísticas de Sevilla, Cádiz, Jerez de la Frontera, Málaga y Granada.
En El monaguillo lejos de representarlo en su habitual ambiente acompañado por otro en la sacristía o en la capilla bautismal rodeado de retablos, cuadros y cajonerías, algunos autores lo hacen en esta ocasión de manera individual en un espacio inconcreto y vacío posando fijo ante el espectador. Como por ejemplo, la figura del jovencito vestido con lujosa dalmática sobre el alba, con las manos unidas, que esbozando una sonrisa manifiesta una franca ingenuidad al tiempo que un placer en su oficio, como es el caso de García Ramos.
Concluimos con un pintor francés Paul Charles Chocarne Moreau, nacido en Dijon (1855). Con un realismo refinado y encantador, retrató escenas divertidas, cuyos héroes son en general jóvenes niños de orígenes populares: aprendices de panaderos, deshollinadores, monaguillos, escolares…
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