EL AGUA BENDITA
El agua bendita es uno de los sacramentales más usados dentro de la Iglesia Católica. Se rocía con agua bendita muchos ritos de bendiciones: desde las casas a objetos destinados a la devoción; bendicion de las palmas, de las cenizas, objetos, etc. Otra forma tradicional es santiguarse con agua bendita con devoción, al entrar en casa, en el dormitorio antes de descansar, etc, y sobre todo en las entradas de las iglesias.
El gesto de santiguarse con agua bendita, nos trae gracias divinas por la oración de la Iglesia. La Iglesia ha orado sobre esa agua con el poder de la Cruz de Cristo. El poder sacerdotal ha dejado una influencia sobre esa agua. Al mismo tiempo purifica parte de nuestros pecados, tanto los veniales como el reato que quede en nuestra alma y nos aleja del demonio.
Santa Teresa de Ávila tenía una fe profunda en el poder del agua bendita. Ella personalmente la usaba para expulsar al demonio y repeler las tentaciones. “Sé por propia experiencia que no hay nada mejor que el agua bendita para expulsar al demonio de nuestro lado”.
OLEOS Y SANTO CRISMA
Crisma proviene del latín “chrisma”, que significa unción. Así se llama al aceite y bálsamo mezclados. Con esos óleos serán ungidos los nuevos bautizados y se signará a los que reciben el sacramento de la Confirmación. También son ungidos los obispos y los sacerdotes en el día de su ordenación sacramental.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados se vigorizan, reciben la fuerza divina del Espíritu Santo, para que puedan renunciar al mal, antes de que renazcan de la fuente de la vida en el bautizo.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua el apóstol Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados. El aceite simboliza el vigor y la fuer- za del Espíritu Santo. Con este óleo el Espíritu Santo vivifica y transforma nuestra enfermedad y nuestra muerte en sacrificio salvador como el de Jesús.
Es en la Misa Crismal donde el Obispo con su presbiterio consagra el Santo Crisma y bendice los óleos de los catecúmenos y de los enfermos.
EXORCISMO
Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del demonio y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc 1,25s; etc.), de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15).
En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo.
El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica.
RELIGIOSIDAD POPULAR
El sentido religioso del pueblo cristiano encuentra su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales como la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el vía crucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc.
Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen. Se necesita un discernimiento pastoral para sostener y apoyar la religiosidad popular y, llegado el caso, para purificar y rectificar el sentido religioso que subyace en estas devociones y para hacerlas progresar en el conocimiento del Misterio de Cristo. Su ejercicio está sometido al cuidado y al juicio de los obispos y a las normas generales de la Iglesia.
Las PEREGRINACIONES cobran una especial importancia desde los comienzos del cristianismo. Peregrinos a Roma, Tierra Santa, Santiago de Compostela, o a los grandes y pequeños santuarios marianos: Fatima, Lourdes, Guadalupe, Medjugorge, el Pilar, etc. Tambien los lugares relacionados con la memoria de los santos: Asis, Montecasino, ... y de los mártires (las catacumbas).
Dice el Papa Francisco: “los santuarios guardan la memoria del pueblo fiel que en medio de sus tribulaciones no se cansa de buscar la fuente de agua viva donde refrescar la esperanza. Son lugares de fiesta y celebración, de lágrimas y petición”
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